El mejor regalo del 2020 |

Estar sola, no es lo mismo que querer estar sola. A veces cuando puedo, trato de hacer estos pequeños retiros para poner mis pensamientos en orden y decantar mis emociones. Sé que cuando mi alma reposa, mi mente se relaja, y entonces puedo oír con más claridad lo que Dios me quiere hablar, y hoy fue uno de esos días. Después de un desayuno de todo mi gusto, -té con tostadas francesas y un poco de miel-, me senté en la pequeña salita de estar de la pensión; mientras observaba un ligero y cálido viento que mecía suavemente las hojas de una frondosa acacia, llegó a mi mente como un silbido apacible una corta palabra, de apenas 4 letras, de origen hebreo: “AMÉN” que leí alguna vez, significa: “Así sea, estoy de acuerdo, lo creo”.

Actualmente, “AMÉN” se utiliza con bastante frecuencia, a veces casi como un ok, pero hoy fue revelado a mi corazón que esta palabra es más profunda de lo que pensamos, pues si la pongo en el contexto de una promesa de Dios, Jesús dijo: “¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40), a eso si yo digo Amén; es como si en mi respuesta afirmara: “sí claro, estoy de acuerdo contigo, mi Dios, es más, lo recibo, lo creo y lo espero, muchas, muchas gracias”.

Y lo más hermoso, es que el Señor Jesús, metafóricamente hablando, es como una cera derretida por el fuego, donde Dios a través de Él puso su sello ante la humanidad; un sello rojo (por su sangre derramada), a través del cual cumplirá todo lo prometido, porque escrito está: “Todas las promesas de Dios son en Él Sí y en Él Amén…” (2 Corintios 1:20). ¡Es maravilloso! Esta revelación me confirma que este retiro es un regalo de Dios.